Hace ya un par de años que la única constante que vivimos es el cambio: cambios culturales, sociales, económicos, empujados por el “estallido social”, la pandemia, una guerra, política internacional y otras contingencias locales. Esta dinámica nos ha mostrado la capacidad que tenemos de adaptarnos a distintos contextos, pero también el costo de no haber tenido la información oportuna y preparar el camino para los cambios.

Para quienes trabajamos en áreas dedicadas a las personas, uno de los desafíos más relevantes que se aproxima es la reducción de la jornada laboral de 45 a 40 horas. Si bien se ha comunicado que la implementación será gradual, y que estaría asociado a flexibilidad, esta información es ambigua e incompleta y genera ansiedad en los distintos grupos impactados.

Por un lado, los trabajadores que podrían verse favorecidos con esta modificación, disponiendo de más tiempo para dedicar a temas personales temen que esto tenga un impacto en sus ingresos, en la rentabilidad de las empresas y por lo tanto en la estabilidad, o si tendrá cambios en la distribución de la jornada (en horarios de entrada y salida).

Por otro lado, desde las empresas esto se visualiza como un riesgo en términos de continuidad de la productividad y variación de la rentabilidad.

Desde nuestra experiencia, todos los sentimientos y emociones que generan los cambios que no decidimos son saludables, si podemos canalizarlos de manera movilizadora hacia la preparación y la adaptación y no nos paralizan. La responsabilidad por la eficiencia y la productividad no es propiedad de un solo agente, no es el jefe, no es la empresa no es el trabajador, estos cambios y su preparación requieren de esfuerzos adicionales de todos para poder obtener los beneficios con el menor dolor posible.

Tenemos la oportunidad de empezar a revisar y optimizar nuestros procesos desde ya, buscar mecanismos de automatización y simplificación acordes a mi negocio y presupuesto, buscar aquellos incentivos que mejor impacto van a tener en nuestra organización y que estén alineados con los procesos optimizados, entregar herramientas a los líderes para que puedan acompañar adecuadamente la transformación, revisar nuestras prácticas de gestión de personas, mirar qué hicieron las organizaciones que ya acortaron sus jornadas y acercarse, aprender de sus aciertos y errores, y en lugar de preocuparse….hay que ocuparse!!